martes, noviembre 29, 2011

Sí, entiéndelo, ¡te quiero!

Decidirte a publicar tu vida con propósito de ejemplo, bueno o malo, es una decisión fuerte. Cualquier persona teme a lo que la gente diga de sí, le importa mucho la opinión de los demás y más aún si su vida ha sido muy deteriorada, pues no es fácil aceptar lo que nos ha pasado y mucho menos lo será hacerlo público.
            Cielo Latini, en su autobiografía Abzurdah, nos hace testigos de su vida tan dolorosa que vivió durante ocho años, tiempo suficiente para darse cuenta de que los errores son un aprendizaje y afortunadamente se dio cuenta de eso.
            A lo largo de la historia podemos apreciar el amor y sexo que confunde con lo que sentía, momentos de inasertividad, el concepto erróneo de persona según la autora, los obstáculos que se presentan en su vida y cómo los superó con falsas salidas, el temperamento heredado y su personalidad, lo más importante, el sentido de vida que encuentra al final de la historia.
            Leyendo las páginas de Abzurdah, según la teoría sicosexual de Freud, Cielo narra su infancia de la etapa fálica, donde dice que su infancia fue muy solitaria, que sus padres se preocupaban demasiado por ella, pero Cielo creía que era autosuficiente para seguir dependiendo de ellos. En la etapa genital, donde comienza el verdadero pánico y dolor en su vida, a partir de los 12 años, Cielo comienza a tener distintas ideas de su futuro, creyendo en su madurez y teniendo decepciones de amistades, de amor y se confía en gente desconocida, quien influyó en sus decisiones a lo largo de la historia, un hombre que tal vez la quería, pero no amaba, alguien ocho años mayor que ella, y sí, ella se enamoró, como resultado, perder la virginidad a los 14 años con Alejo, la persona de quien se enamoró virtualmente.
            El deseo de Cielo de tener compañía fue en aumento después de darse cuenta del tipo de amigas que hablaban mal de ella, por lo tanto encontró en Alejo alguien para refugiarse, quien la consolara y diera un poco de cariño a través de la red, algo que en esos días era muy novedoso por el uso del Internet.
            Cielo creyó que Alejo era el amor de su vida, pero nunca se dio cuenta del daño que le hacía la diferencia de edades, los pensamientos fueron lo que deterioraron su relación, aunque a veces era a larga distancia, la conservaron por un tiempo, ahí pudo ser amor, pero ella se ‘clavó’ tanto con él que perdió la noción de la realidad. Él la trataba como él quería, de una forma decente, pero no le daba su espacio, valor ni tiempo, sin embargo ella aceptaba seguir con él, así que ella misma creó su autodestrucción, su dignidad de mujer fue en decremento y aquello que decía ser amor, simplemente fue el inicio de su autovaloración negativa.
            A lo largo de su historia se encontró con falsas salidas para alejarse de Alejo, o mejor dicho, aceptar inconscientemente la realidad: él jugaba con ella, empezar a fumar en ocasiones para liberar el estrés, y la más sobresaliente, que dio un giro a la historia: Me como a mí, creó un blog donde publicaba notas sobre su más reciente adquisición, un regalo de Alejo, como ella le llama: Ana; quien estaba en su cuerpo, creyendo que sería la manera en que Alejo le prestara atención, suponía que la anorexia y bulimia le resolverían sus problemas.
            Como lo dice en más de la mitad del libro, Alejo era el todo para Cielo, quien le atribuía su vida y estaba convencida que Alejo era su razón para seguir viviendo, lo dice a cada instante, por eso nada era suficiente para conseguir una mejor alternativa de vida, si no era él.
            Aunque la anorexia y bulimia sean temas serios de salud hoy día en el mundo, Cielo, o cualquiera de sus amigas de la red de Me como a mí, consideran que es un estilo de vida, que todos debemos respetar sus decisiones y que Ana, la anorexia, es algo que vive con ellas y que las hace seguir adelante, porque ya eligieron ese  camino, por lo tanto se rehúsan a pedir ayuda, niegan cualquier tipo de comentario o sugerencia, tal fue el caso de Cielo al momento de recibir mails de Malena Ortelli sugiriéndole cerrar su blog a favor a la anorexia se molestó mucho.
            Cuando Cielo se da cuenta de que Alejo está siendo cortante y distante con ella, considera óptima otra falsa salida, cortarse la piel y jugar bruscamente con su cabello hasta lograr arrancarlo; esto fue gracias a Alejo, quien vivía con Romina y un bebé, pero con el pretexto de ser amigos, le provocaba celos a la protagonista. Cielo estaba muy desesperada, cada vez que ella lo llamaba para verlo, él no respondía, ella se creó la obsesión de estar con él, de hacerlo su todo y por el éxito no obtenido terminó recurriendo a cortarse con frecuencia sintiendo alivio, sin que sus amigas de la universidad, su familia ni Alejo lo supieran.
            Tal vez, siendo empático con Cielo, me hubiera sucedido lo mismo, pero me hubiera gustado recibir ayuda obligada para mi beneficio, sé que el amor es muy complicado, la relación de dos personas es difícil de mantener, pero hablando con la verdad y confianza se puede concretar el amor que nace entre esas personas.
            Tomar falsas salidas como salidas congruentes no facilita la resolución del problema, pero sí lo dificulta.
            Muchos de nosotros podremos decir que la autora fue muy inadaptada para escribir su historia de vida, o tal vez que no quiso afrontar la realidad, pero es un hecho que estar en esa situación, no te da tiempo para pensar, por lo que la entiendo, mas no la justifico.
            Afortunadamente  se dio cuenta de lo que Alejo le estaba haciendo, el daño que le provocaba estar con él, perdió ochos años de su vida en sufrimiento gratis, que pudo evitar, mas no quiso.
            Yo, me quedo con una frase, aunque solo tiene once palabras, refleja lo que siento ahora y lo que Cielo debió sentir, porque releer “Sos parte de mí, y sin embargo, ya no te quiero” (Latini 282) me hizo darme cuenta de lo que somos capaces de hacer por alguien, el amor.
Obra citada
Latini, Cielo. Abzurdah: la perturbadora historia de una adolescente. Buenos Aires: Planeta. 2006. Impreso.
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